lunes, 20 de octubre de 2014

Juan Luis Moraza proclama la república en el Museo Reina Sofía



Aunque afirma que no pretende hacer un discurso antimonárquico ni focalizado en lo político, Juan Luis Moraza interpela directamente a la conciencia ciudadana en la república que ha instalado en el Museo Reina Sofía. Ese es el nombre de una exposición que reúne 180 piezas de este artista vasco, creadas entre 1974 y la actualidad, y habla de la crisis de la representación.
Una república, en minúsculas, con la que quiere dejar claro que su discurso conceptual va mucho más allá de esta forma de gobierno. Moraza llama a la responsabilidad de la sociedad en la participación y en el arte. “La sociedad se constituye a partir de nuestras decisiones cotidianas, responsables o no. En el fondo mi apelación a esta responsabilidad es muy básica y común”, aseguró ayer para subrayar que “siempre estamos dormidos”.

El juego conceptual que propone en república pulula entre la representatividad y la “represencialidad”, es decir, no vale con representar una cosa. Hay que estar presente e involucrarse en lo representado. De ahí, la importancia de su concepción de museo como el lugar de convergencia entre el ciudadano-artista y el espectador-ciudadano. “Creo que el arte es un fenómeno de atención en doble sentido, por el hecho de estar atento y por ser atento”, señala a este periódico. Por eso, esta exposición no se organiza de forma cronológica sino que, a modo de matrioskas, van emergiendo museos dentro del museo republicano de Moraza.
La política como arte
“El gran problema para un poder real es minimizar el impacto de la participación. A eso se han dedicado desde la Revolución Francesa y han aprendido mucho más que nosotros. Por eso, las elecciones se han convertido en meros actos de carácter performativo”, reflexiona el artista.

Ante esta idea, Moraza golpea a ese espectador-ciudadano, pasivo y que “vive en la inercia”, poniéndole delante la mayor paradoja de la participación en una sociedad: el sufragio. Urnas de votación que mutan en epidermis, en intrincados rompecabezas cerrados con llave y candado o que son absolutamente negras y opacas. Pero también leyes impresas en pañuelos y corbatas, bustos que en vez de emperadores son de cabezas de destornilladores, campañas publicitarias que rezan lemas para “la erradicación de la riqueza extrema", declaraciones de la renta donde el ciudadano elige el destino del 100% de sus tributos o coronas hechas con narices de payaso, instrumentos de trabajo o invertidas y para tres cabezas.
Laberintos y metáforas con los que Moraza quiere decirnos que “somos los responsables de la situación que vivimos”. “Comparto con Umberto Eco la idea de que el poder no se ejerce del todo ni de una forma piramidal, de arriba abajo, sino también de una forma molecular, de abajo a arriba. Realmente el poder somos nosotros, nuestras decisiones. Si existe corrupción es porque, en cierto modo, hay una parte de nuestro cerebro que la comprende, comparte y, por tanto, sustenta. Para ser un ciudadano es necesario ser muy responsable”, añade. De ahí bebe ese sistema de “implejidades”, un término acuñado por él mismo y que conjuga complejidad e implicación, que dice es esta exposición.)
Moraza también reflexiona sobre los convencionalismos del propio arte y su simbología. Lo hace cuestionando el concepto de monumentalidad. Elimina marcos y pedestales dando forma a instalaciones como Arules (premio Audemars Piguet en ARCO 2013), donde se vale de reglas cocinadas (cocidas, horneadas, hervidas…) para hablar del narcisismo simbólico, o Límite (implosión), en la que los marcos se destruyen para crear una secuencia aparentemente caótica, pero que termina convirtiendo el contexto en el contenido.
El capitalismo Neolítico
La demografía, entendida también desde su utilización política, es otro de los discursos de este museo de museos que es república. Juan Luis Moraza exhibe en la instalación MA(non é)DONNA toda una suerte de reproducciones de figuras arqueológicas femeninas, métodos anticonceptivos e imágenes religiosas para analizar la intrincada relación entre la iconografía y la democracia. Éxtasis, Status y Estatura es un homenaje a Bernini, que, en forma de tacones de mujer, habla del capitalismo y comercio emocional y sensual. “La cuestión demográfica ha sido un instrumento político fundamental. Es como una máquina: reproducción-producción, producción-reproducción...”, analiza. “Yo me preguntó por qué diablos la humanidad tomó la decisión de abandonar la vida opulenta de las sociedades prepaleolíticas para entrar en el Neolítico. En el Neolítico comienza la lógica de la producción-reproducción. El capitalismo nace en el Neolítico”.
Los cerebros reptlianos de Moraza (Joaquín Cortés/Román Lores)Los cerebros reptlianos de Moraza (Joaquín Cortés/Román Lores)
Por último, Moraza se centra en el cuerpo humano despiezándolo casi como un carnicero en su museo antropológico. Trata al hombre como “dividuo”, un ser divisible. Así, vísceras y órganos sirven de pomos de puertas en Acordes, toman formas abstractas –aunque el propio escultor matiza que “la abstracción en el arte no existe. Son representaciones del cuerpo vehiculadas en función de un registro de individualidades diversas”- y tonos rosados en Cualquiera Todos Ninguno, presenta sus modelos invertidos de lo que llama los cerebros reptilianos o los Moldes de Besos que evocan el capitalismo emocional a partir del espacio que dejan dos bocas y sus fluidos.
Una república la de Moraza en la que el arte siempre es el vehículo para una reflexión crítica y una interpelación al espectador-ciudadano. “Yo entiendo el arte como una pregunta. No tengo las respuestas pero, si las tuviera tampoco las diría”. La pelota la pone en el tejado del espectador, del ciudadano y del cada vez menos participativo ser humano.

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